viernes, 27 de septiembre de 2013

El Infierno

Leí ayer en el foro de una saga de “anime” -¡Cómo odio los extranjerismos!- de la que soy seguidor, una discusión cuyo propósito no era más que determinar cuál de dos poderosos guerreros era más cruel y despiadado. Me dejó tan sorprendido la opinión general de la gente, que hasta en sueños me encontré fervientemente alimentando el debate. A modo de catarsis y con el único objetivo de liberar aquel monstruo asfixiante de las querellas inconclusas, comparto el siguiente post.

Cuenta la historia que cierto dios proveyó a dos poderosos guerreros de poderes infinitos, tan diferentes como específicos. Sus técnicas de protección personal, unas más elaboradas que otras, los dejan después de un balance neto en igualdad de condiciones, sin embargo, fueron sus técnicas de ataque las que me hicieron disentir de la colectividad enardecida de “otakus” –cero y van dos- que participó del foro que no me ha dejado ser.

Consiente dicho dios de que el cerebro es el talón de Aquiles humano, proporcionó a mis 2 guerreros el poder de manipular de manera asombrosa la psiquis de sus desaventurados adversarios, dejando de lado las explicaciones psicoanalistas y dado por entendido el carácter metafísico de esta historia, aquellos guerreros influían tan profundamente en el proceso mental de sus indignos enemigos, que eran capaces de crear ilusiones eternas en las que podrían si querían, encerrar a sus infortunados combatientes en universos paralelos provistos de descripciones apocalípticas e infernales. Ambos podían hacer esto, lo único que los diferenciaba era que uno de ellos infringía más castigo físico en sus batallas, mientras el otro podía suprimir antes del horroroso y metafórico destierro, uno a uno los cinco sentidos básicos de la humanidad. El tacto, el olfato, el gusto, la vista y el oído arrancados lentamente.

No pude evitar imaginarme en dicha situación -la del infortunado rival por supuesto- sumergido en una especie de coma consiente, donde el dolor físico no toca y donde el hambre, el calor, el frío, los chillidos, los hedores y lo visualmente molesto no existe. Igual daría cualquier universo escenario, por más hermoso o macabro que fuera, si lo único que se tiene es un eterno encuentro con ese yo interno dueño de tus más grandes temores, juicios, recuerdos y conocedor de tus más oscuros secretos, envuelto en un perpetuo ensimismamiento, carente de oportunidades y medios para fenecer.

No hay peor infierno que el creado por uno para uno mismo, no hay peor juicio que el hecho por uno de uno mismo. ¿Quién es más cruel? ¿Quién es más perverso? ¿Quién más poderoso? Juzguen ustedes.

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